Las pajitas no es una cuestión de “materiales”, sino de hábitos

Cuando hablamos de políticas residuo cero y gestión de residuos con las empresas, sobre todo en el sector HORECA -hoteles, restaurantes, cafeterías- nos encontramos con un elemento que suscita un debate importante: las pajitas. Este objeto, aparentemente útil, se ha vuelto tan indispensable que pensamos que es imposible sustituirlo e incluso eliminarlo de nuestras vidas. Esta cuestión resulta especialmente relevante si nuestro establecimiento desea ser «sostenible», pero sin dejar de lado la comodidad y practicidad que nos aporta este instrumento tan pequeño y altamente contaminante.

Según informes de Greenpeace, cada día en España se utilizan 13 millones de pajitas. Un dato que no tiene en cuenta al resto del mundo y que nos hace plantearnos si realmente este objeto es tan importante como para seguir dependiendo de él. Somos el país de Europa que más pajitas de plástico utiliza por habitante al año, y aunque solo las utilizamos unos minutos, tardan años en descomponerse, contaminando el medio ambiente y generando daños en nuestro planeta que ya repercuten en nuestras vidas desde hace tiempo.En Baleares tenemos una muy buena noticia al respecto: según la Ley 8/2019, de 19 de febrero, de Residuos y Suelos contaminados de las Illes Balears, estos productos quedan prohibidos en los establecimientos del sector HORECA. Asimismo, no pueden ser sustituidos por otros materiales desechables de un solo uso, sean del material que sean.

¿Puede entonces mi establecimiento utilizar pajitas biodegradables o compostables? La respuesta es no. Sí pueden, sin embargo, utilizar pajitas reutilizables o comestibles. Un cambio que resulta muy importante a la hora de evaluar el impacto que generamos con los productos que utilizamos en nuestras empresas. Es muy simple: menos productos de un solo uso se traduce en menos residuos generados.

La mala noticia es que, a pesar de que esta ley entró en vigor el 20 de marzo de 2021, llevamos tiempo viendo como en muchos establecimientos siguen utilizando estos productos desechables sin un control adecuado del mismo. Bien sea por desconocimiento o porque «el cliente lo pide», las empresas no suprimen las pajitas aunque las multas impuestas por el incumplimiento de la ley puedan llegar a ser cantidades muy elevadas.

Este tipo de debate nos recuerda las palabras de José Luis Gallego, con las que no podemos sentirnos más identificadas: “La solución no pasa por cambiar de material, sino por cambiar de hábito. Si no somos capaces de renunciar a algo tan chorra como el consumo lúdico de pajitas de usar y tirar, si creemos que tomarnos un mojito a sorbos o bebernos una horchata a tragos es una pérdida de calidad de vida a la que no estamos dispuestos a renunciar por el bien del planeta, entonces que el último apague la luz”.

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